Completamente equivocado
Más de una vez
me he sentido decepcionado, respecto a Dios. Muchísimas veces me he
dicho “¿de qué vale servirlo?” si lo que vivo no es vida, si lo
que “disfruto” no es el gozo de lo que quisiera y, si estar a Su
servicio debiera traer beneficios adicionales, privilegios, ventajas
–incluso prioridades- resulta ser que estoy completamente
equivocado (y hasta ensalzándome a mi mismo en un pedestal de frágil
cristal). ¿En qué puedo ser mejor que los cristianos del primer
siglo? ¿Caminé con el Señor Jesús y Sus apóstoles?
Si trabajara para
un patrono cualquiera, quizá, me otorgaría algún beneficio fuera
de mi sueldo. Si fuera fiel en mis faenas, si cumpliera mi horario y
le produjera más ganancias, quizá, tuviera el beneficio de algo más
de ingresos, un permiso remunerado y, no lo sé, algo más de
retribución pero –hasta donde he vivido- ese patrono idealizado
nunca lo conocí y, en el mejor de los casos, sólo tuve un jefe
considerado en 1999. Por otro lado, como empleado (viéndome en los
zapatos del patrono) yo no debí ser muy bueno o aceptable ¡Qué va!
Al llegar al año me cambiaba de empleo y, cada vez que lo hice, fue
para ganar más, pues, casi todo el mundo pagaba con sueldos mínimos
(igual como pasa a la mayoría de jóvenes).
La verdad, hasta
estuve considerando colgarme de una mata. Jamás pasé por el hombre
y descontento que siento ahora. No recuerdo haber visto la maldad y
la avaricia en tanta gente y, para colmo, la mendicidad o el hambre
que afecta a otros –también- me incomoda o molesta. Creo que toda
mi vida quise alejarme del torrente de las mayorías y, en relación
a lo económico o la política, creí que Dios podría darme los
privilegios que no tengo (que nunca tuve) y yo creí que algo
merezco. ¿Qué posición en la vida esperaba un cristiano que, por
creer en Dios o en Jesús, era echado a los leones? ¿Qué
privilegios demandaba de Dios un hombre (o mujer) que era vilmente
perseguido o asesinado por su fe judía o cristiana?
¡Cuán
equivocado!
Jesús, en
Getsemaní, oro a Dios para que Su destino fuera cambiado. Oro
y lloró, y creyéndose en compañía de los Suyos (con esos tres
discípulos más cercanos) les encontró dormidos (Mat 26:43) y,
aunque tuviesen una buena intención, el sueño les derribó cuando
Jesús los necesitaba clamando, despiertos y a Su lado ¿Cuántos
están contigo cuando te denuncian los enemigos, cuando los
adversarios te agreden verbalmente o las “autoridades” te atacan
a mansalva?
Al leer el libro
de Ezequiel pude entender varias cosas que no había considerado
antes, en función de prebendas o privilegios “merecidos”… ¿Fue
Jesús favorecido por un Padre alcahuete y mal consentidor? ¡No!
¡Nunca!
Ezequiel, siendo
siervo –incluso profeta- sufrió la resaca del castigo infligido
contra su pueblo. De hecho, de modo directo, Dios mismo lo desanima
para que no interceda -en oración contrita- por aquellos a quien
Dios ha decidido castigar haciendo justicia ()
Incluso, del
mismo modo como castigaba a Israel, Ezekiel fue castigado y privado
del deleite de sus ojos (y deleite de sus vísceras):
“Hijo
de hombre, he aquí que yo
te quito de golpe el deleite de tus ojos;
no endeches, ni llores, ni corran tus lágrimas.” (Eze
24:16)
¿Por qué habría
de quitarle la mujer? (Eze 24:18)
Ezequiel era un
hombre al servicio de Dios, predicaba ante el pueblo y –cuando
menos- Dios tuvo la cortesía de anunciarle lo que hacía e hizo.
¡Cuántos no tenemos ni remota idea de las cosas que nos pasan en
conjunto o a solas!
¿Qué demandaba
Dios? Saciar Su justicia, volcar Su rabia sobre quienes Su castigo
merecemos. Él sabe qué nos sanará y qué nos cambiará.
Como padres,
muchas veces, le dijimos a nuestros hijos (con amor) “no hagas esto
o aquellos”. Al notar que no nos prestaban atención, quizá
buscando que nuestros hijos no padecieran un daño o un peligro
inminente, les gritamos e –incluso- les pegamos pero, estoy seguro,
más de una vez le amenazamos que “le íbamos a pegar si no nos
obedecían” ¿No es cierto?
Dios, como Padre,
más de una vez nos advirtió.
En el edén, Dios
le dijo a Adán “si comes de ese
árbol, de seguro morirás…” y, a la fecha, muy pocas
personas dejan el hábito de consumir cigarrillos, licor o drogas más
fuertes No es sabido qué hace daño?
Comer en demasía
daña, las drogas dañan la salud (incluso la salud del bolsillo).
Mentir daña a los amigos y a las parejas. Robar destruye material y
moralmente. Ello, quizá, no destruye al resto del entorno social de
una manera inmediata, directa, pero -uno a uno- somos afectados por
las mentiras robadas, por el desengaño postergado de ciertas
personas, incluso en las instituciones del Estado. El robo
asistemático de pequeñas o grandes cosas, por lo general,
desmoraliza. La delincuencia admitida como un recurso y un “bien”
codiciable -amoralmente plausible- por quienes desean ganarse un
lugar en el corazón de una chica costosa, atractiva, o frente a la
molestia del embate de la adversidad y la pobreza enquistada.
Tanto como a
ellas y a sus seres queridos y la sociedad. ¿Qué otra cosa duele
más que la enfermedad o el preludio de la muerte lenta?
Esto del “Carnet
de la Patria” no está muy lejos de ser el precursor de lo que será
la marca de la Bestia. Por un lado, al tramitarlo, fotografiarse y
dar los datos biométricos de las huellas dactilares y el código de
barras con la foto, uno no solamente se ha doblegado a la voluntad de
otros, sino que ha suministrado datos en los que uno vulnera sus
necesidades: Si trabajo, cuántos mantengo y quiénes viven conmigo,
cuánto y qué comidas como, y qué me falta a diario, sea en el
estómago o en la casa. Si luego, en el plan “Somos Venezuela”
otro batallón verifica dónde vivo, visualmente confirma qué tengo
y qué me falta, comprueba los datos que haya suministrado al carnet
de la patria (repreguntando y echando ojo en mi casa o cosas) sólo
me vulnero más, del mismo modo como lo haría si confesara mis
debilidades a una mujer, del mismo modo como lo hizo Sansón con
Dalila. ¿No soy demasiado ingenuo cuando espero ayuda de unos
ineptos que lo tuvieron todo, pero sólo para repartirlo entre ellos?
¡Les estoy dando todo con lo que me van a manipular y someter
a su voluntad!
David siendo
ungido (1Sam 16:12) antes de poder tener las prebendas del reino,
tuvo que esperar 14 años y, aunque no fue una espera cómoda ni
rápida, se aferró al Espíritu de Dios (1Sa 16:13) lo buscó de
corazón y, por algún tiempo, se sentó a la mesa de Saúl, comió
de los platos del rey Saúl, vio cómo se llevaban las cosas en paz y
en la guerra.
David, antes de
reclamar beneficios por ser leal o agradable a Dios (1Sa 16:12)
padeció la miseria de ser perseguido por quienes él había amado,
servido y defendido y, aunque yo no quiero ser jefe de nadie (ni
deseo la alabanza o sumisión de nadie) cualquier cosa que haya
codiciado o deseado David, él tuvo que batallarla, padecerla,
ganarla y sufrirla. ¿Por qué deseo cosas que nada me cuesten o
duelan? Soy hedonista, y mucho lo he tomado mío, por sentado.
En una
oportunidad, estando con sus leales seguidores, David suspiró con
vehemencia el deseo de tomar el agua que le gusta: “¡Quién
me diera a beber del agua del pozo de Belén que está junto a la
puerta!” (2 Sam 23:15). Puede que a mí me guste más el
agua del manantial de mi casa (a despecho del agua salobre que bebe
mucha gente en el pueblo de Tejerías) pero ¿qué sacrificios
diarios hago para beberla?
Aquellos jóvenes
que le oyeron hicieron algo que normalmente no hacemos -incluso- ni
por el más sediento moribundo. ¿Qué hizo David? Derramó esa agua
en presencia de Dios. La santificó en sacrificó, en alabanza
(2Sam 23:16-17) en la presencia de esos hombres que habían
arriesgado sus vidas para mostrar su lealtad –no su valentía-
exhibiendo la adhesión que tenían por aquel a quien Dios había
enviado para ser ungido como rey de Israel, cuyo corazón sondeó y
apartó (1Sam 16:7).
Es fácil olvidar
las veces en que hemos sido guardados o bendecidos. De mi parte,
tiendo a olvidar que nací en el purgatorio para ser depurado, limpio
y transformado y que “Mi socorro
viene de Jehová” (Salmos 121:2)
“Jehová
te guardará de todo mal; Él guardará tu alma.”
(121:7)
¿Es tan difícil
aceptarlo o creerlo?
Ezequiel bien
pudo ser un hombre de unos 40 o 50 años (tendría
que leer todo lo autobiográfico que él haya escrito de su vida) y,
si Dios le dijo: “he aquí que yo
te quito de golpe el deleite de tus ojos” (Eze 24:16) no
creo que Ezequiel tuviere una esposa fea, gorda y vieja. ¿Qué
opinan ustedes, varones?
No me cabe duda
que Ezequiel tuvo alguien que le producía gozo y, como cada
persona tiene sus gustos, en nada importa haya sido vieja, gorda o
fea, pues, hay mujeres fogosas y atractivas ¡de distinta edad y
condición!
A mi edad, no me
importa confesar que he conocido mujeres que anhelaban hombres con la
fogosidad de 18 años. Conocí, cuando menos, a 2 mujeres que
anhelaban tener un marido que las atendiera en la cama por más de
2 horas y, para el caso del viejo Booz –hombre adinerado
(Ruth 2:1)- espero que
Ruth no haya sido el tipo de mujer que desea que la complazcan en
todo, tanto como en los caprichos de la cama (Ruth 3:9) o los deseos
económicos, pues, así como habremos hombres pobres y hedonistas,
también hay mujeres más concupiscentes que otras, y mire que eso
desgasta débiles relaciones de parejas.
A Ezequiel se le
dijo: “…No endeches, ni llores,
ni corran tus lágrimas.” (Eze 24:16) ¿Sería este
hombre tan feliz como Booz?
Sea lo que sea,
era un golpe a su vida y Dios deseaba éste fuera tan varonil como
fuerte, que no mostrase ese dolor, que no derramara esas lágrimas de
amor, junto a la nostalgia o el deseo. Y ¿Quién no habrá llorado a
la persona que deseaba?
Sin embargo –por
otro lado- la historia de David, nos muestra el matiz de otras cosas
soslayadas. Quizá yo nunca quise la amistad de los amigos y, aún
así, la fidelidad que mostraron los hombres de David no tiene
parangón referencial en nuestros días pues, “los
tres valientes irrumpieron por el campamento de los filisteos, y
sacaron agua del pozo de Belén que estaba junto a la puerta; y
tomaron, y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino que
la derramó para
Jehová, diciendo:
Lejos sea de mí, oh Jehová, que yo haga esto. ¿He
de beber yo la sangre de los varones que fueron con peligro de su
vida? Y no quiso
beberla.” (2 Sam 23:16-17) ¿Quién arriesga su vida por
complacer las necesidades de nadie, estos días? Sin embargo, esa
lealtad la debo mostrar yo a Dios, cumpliendo así el mandamiento de
“amar a Dios por sobre todas las
cosas ” (Mat 22:37) porque “cualquiera
que los haga y los enseñe, será llamado grande.” (Mat
5:19) ¡Aquí no está la
vida que quise! Y, si estuviera, mi deseo nunca ha
sido estar rodeado o sometido por el tipo de gente que nunca me ha
gustado. ¿Por qué me fui del país? ¿Por qué no quise vivir más
en una ciudad como Caracas?
“Pero,
si quieres entrar
en la vida,
guarda los mandamientos.” (Mat 19:17)
No matar,
no robar, no mentir… es sólo la punta del iceberg
que no ha de ser un aspecto fríamente religioso y estéril de mis
convicciones; no obstante, el resumen de ello es el amor –dirigido
a Dios primeramente- pero sobrellevado en medio de la cizaña
humana, sin hacerme más mundano (Marcos 13:30; Mat 22:37-40).
Yo no soy el
único en desear los privilegios o beneficios del reino de Dios
(aunque ello no me condene ni justifique). ¿Quién no ambiciona
tomar leche de la vaca que ordeña? ¿Quién no come algo de la
arepa, que para otros se prepara?
Pedro, en su
momento, a Jesús le dijo: “Nosotros
lo hemos dejado todo y te hemos seguido.” (Mar 10:28)
“Respondió
Jesús y dijo: De cierto os
digo que no hay
nadie que haya
dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o
hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que
no reciba cien veces más ahora en este tiempo:
casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, aunque con
persecuciones, y en el siglo venidero la vida eterna.”
(Mar 10:29-30)
Aunque he leído
Ezequiel una decena de veces, jamás noté que la justicia de Dios no
muestra parcialidad o favoritismos.
Cuando hubo
hambre en Israel, también sus profetas (2
Reyes 4:38) la padecieron y emigraron:
- Cuando una viuda de Sarepta se quedó sin alimentos, ella alimentó al profeta de Dios y a su único hijo (1Rey 17:12) y allí es donde la gloria del Altísimo se muestra, cuando compartimos el pan con quien esté en necesidad, como el indigente prójimo.
“Y
la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó,
conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías.”
(1Reyes 17:16)
- Es posible que no tengamos lo que siempre queremos de sobra, pero es un hecho que el devorador ataca a todos, de formas distintas; sin embargo, de la suficiencia o abundancia que el Todopoderoso nos otorgue, honremos nuestras deudas (2Reyes 4:7) y démosle a YAHWEH el lugar que Él se merece, porque Dios siempre salva y nos recompensa:
“Vino
ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Vé y vende
el aceite, y paga a tus
acreedores; y tú y tus
hijos vivid de lo que
quede.” (2 Reyes 4:7).
Ezequiel no
fue excluido –exonerado- de la lección que todo Israel
recibía como castigo por esos pecados. Dentro de mí he ambicionado
los privilegios del reino de Dios cuando que, tercamente, he deseado
vivir en mi paraíso, lejos del hombre e –incluso- lejos de
la voluntad de Dios, para hacerme feliz a mí mismo.
Gente de su
pueblo, confundidos y perplejos, querían saber qué cosas debían
aprender de un hombre de Dios:
“¿No
nos enseñarás qué significan para nosotros estas cosas que haces?”
(Eze 24:19)
Parafraseando lo
que dice la biblia -en relación a la turbación de esos días-
Israel oyó palabras que causaron dolor, inquietud y pesadumbre:
“Voy
a profanar mi santuario, el templo que les deleita la vista y en el
que depositan su afecto; del mismo modo como ustedes
verán morir a sus hijos e las hijas.
No obstante, ustedes no harán llanto ni mostrarán su duelo.
” (Eze 24:21-22)
¡Pardiez! Cuando
el pueblo pecador sufre, los profetas –también- padecen. En otras
palabras, como dicen los católicos: “¡Justos con pecadores!”
No hay excepciones ante Dios.
“No
llorarán ni harán lamentos, sino que se pudrirán a causa de sus
pecados y gemirán unos con otros.” (Eze 24:23)
¿Era popular y
muy querido Ezequiel? No lo creo y, por otro lado, Dios está
resuelto a que se le honre como Él lo merece:
“…y
sabrán que yo soy el SEÑOR.” (Eze 24:27)
Vivimos
ensimismados en la conveniencia de lo que nos favorece o conviene a
los nuestros pero, Dios ha sido eternamente justo.
Cuán equivocado
estoy en reclamar “derechos”, cuando yo mismo desconozco a quien
debo reconocer por Ser Supremo y Digno.
Saulo Pablo, en
uno de sus arranques de elocuencia dijo, para darnos aliento: “¿Quién
nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia,
la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la
violencia?” (Rom 8:35)
¡No! ¡No! ¡No!
Esto no es la vida, sino el purgatorio, el preámbulo de lo
que ha de hacerse razonable, limpio y santo y, si la eternidad
tuviera que vivirla con chavistas, hipócritas, idólatras y seres
más injustos de lo que yo mismo soy, yo no quiero esa vida.
Cuando uno se
queja –como yo- de un país hecho pedazos por los delitos, la
idolatría y tantos hurtos, uno debe recordar que Ezequiel padeció
junto con aquellos que pecaron más que él.
He aquí una
breve lista de las cosas que su nación permitió:
- Idolatría “hizo ídolos contra sí misma” (Eze 22:3)
- Promiscuidad y adulterio (Eze 22:11)
- Avaricia y hampa desbordada (Eze 22:12-13)
- Corrupción institucional de fuerzas armada (Eze 22:6)
- Deshonra de padres y a la madres (Eze 22:7) (Deut 5:16)
- Con violencia despreciaron y despojaron al extranjero, al huérfano y a la viuda (Eze 22:7)
Es
responsabilidad de cada creyente denunciar la prostitución de
hombres y de mujeres. Es mi obligación y deber –ante Dios- señalar
la analogía que hay entre Venezuela (la
CubaZuela idólatra y chavista) con el Israel que se apartó
de Dios.
“Tú,
hijo de hombre, ¿no juzgarás tú, no juzgarás tú a la ciudad
derramadora de sangre, y le mostrarás todas sus abominaciones?”
(Eze 22:2)
Por paradójico e
inverosímil que parezca, Dios reclama sacrificios y esfuerzos de
nuestra parte:
“Por
siete días harán
expiación por
el altar, y lo limpiarán, y así lo consagrarán. Y acabados estos
días, del octavo día en adelante, los sacerdotes sacrificarán
sobre el altar vuestros holocaustos y vuestras ofrendas de paz; y me
seréis aceptos,
dice Jehová el Señor.” (Eze 43:26-27)
Serle aceptos
significa pagar el precio, asumir los costos (y responsabilidades).
Mucho se ha dicho que ese tipo de sacrificios ha quedado en desuso,
que con la muerte del Señor Jesús –el cordero sustitutivo por
nuestros pecados- ya se ha pagado todo, que la deuda ha sido
cancelada (). ¿Es que Dios no demanda justicia? Y, cuando cada uno
de nosotros no la obra (según Él nos demanda) ¿Dios se cruza de
brazos y observa con indiferencia?
En Apocalipsis
podemos leer el futuro que vivimos ahora. En alguna parte del futuro,
los santos muertos en Cristo –mártires de la fe- solícitos en
justicia, su sangre derramada “clamaban
a gran voz, diciendo: ¿Hasta
cuándo, Señor,
santo y verdadero, no
juzgas
y vengas
nuestra sangre en los
que moran en la tierra?” (Apoc. 6:10) y allí se les
dieron vestiduras blancas y, en lugar de la respuesta que desean
oír “se les dijo que
descansasen todavía un poco de tiempo, hasta
que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos,
que también habían
de ser muertos como ellos.”
(Apoc. 6:11)
Obsérvese que
ese día todavía no ha llegado y, los mártires de Dios y de
Su Hijo, reclaman justicia. Nótese que el ministerio de la iniquidad
no ha concluido y, la justicia vendrá cuando el Santo de Israel nos
juzgue y de a cada uno lo que Él sabe merecemos (por injustos, desde
luego).
¿Hará justicia
Dios sobre cada uno de los moradores de la tierra?
Luego del proceso
donde inicuos y pecadores celebran la muerte de los testigos (Apoc.
11:10), luego de las idolatrías al hombre y a la Bestia, cuando
reciban los suyos esa marca (Apoc. 13:8) y Dios permita caiga
Babilonia la Grande (Apoc. 17:8) la justicia de Dios será revelada y
proclamada:
“Y
vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros
fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la
vida; y fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los
libros, según
sus obras.” (Apoc. 20:12).
¡Mire! Si Dios
nos reprende o castiga en vida es para nuestra corrección. Si usted
no quiere cambiar, Dios no cambiará para complacerlo a usted:
“El
que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea
inmundo todavía; y el
que es justo, practique
la justicia todavía;
y el que es santo, santifíquese todavía.” (Apoc.
22:11)
¿Cómo puede
alguien decir que la ley ya no ha de cumplirse?
¿Cómo un hijo
del reino puede negar la ley de su Señor?
Ser aceptos a
Dios —“me seréis aceptos”
(Eze 43:26-27)- es cumplir Sus mandamientos, esforzarse,
responderle y, el catolicismo y el cristianismo light que nos han
enseñado niega la ley y, también, niegan al Señor Jesucristo:
“No
penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he
venido para abrogar, sino para cumplir.” (Mat 5:17)
¿He de creer a
Saulo Pablo o al Mesías?
¡Cuán
equivocado estoy al creerle a los advenedizos!
“…el
hombre no es justificado por las obras de la ley, sino
por la fe de Jesucristo,
nosotros también hemos creído en Jesucristo, para
ser justificados por la fe de Cristo
y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley
nadie será justificado.” (Gal_2:16)
“…por
las obras de la ley
ningún ser humano será justificado delante de Él…”
(Rom 3:20)
¡Sí! No seré
salvo por tratar de cumplir la ley pero, al obedecer a Dios () al
creer y servir al Señor Jesucristo, manifiesto mi lealtad al
Santísimo, mi fe en Dios y no en lo que digan los
hombres.
Lo que dijo
Samuel a Saúl, todavía hoy, tiene eterna vigencia: “¿Se
complace Jehová
tanto en los holocaustos y víctimas, como en
que se obedezca
a las palabras de
Jehová?” (1 Sam 15:22) “…tú
desechaste la palabra de Jehová,
Él también te ha
desechado a ti” (1 Sam 15:23)
Luego de todo
esto, entendiendo la justicia del Creador, no sólo deseo la
circuncisión y seguir Su ley eterna. ¿No deseaba Dios matar al
mismo Moisés por no haber circuncidado a uno de sus hijos? (Exo
4:24-25) Si tales cosa pasan con aquellos que Dios ha ungido ¿Qué
de bueno tengo yo, para anhelar favorecimientos o vanas
complacencias? ¡Cristo mismo tuvo que ganarse la gracia de ser
estimado y amado!: “Este es mi
Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mat 3:17) De
modo que, si el hijo Unigénito cargó Su cruz… ¿Por qué no he yo
de cargar el peso de vida que Yahweh disponga?
¡Haga el Santo
de Israel lo que guste de mí!
Señor YAHWEH,
heme aquí PARA SERVIRTE (y me rindo).
Julio 29, 2017
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